Wednesday 15 October 2025
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vanguardia - 10 hours ago

‘Un artista no puede ser indiferente ante el sufrimiento de los demás’, desde Gaza Diego Vázquez vuelve a México

“La rebeldía es como esa mariposa que dirige su vuelo hacia ese mar sin islas ni rocas. Sabe que no habrá donde posarse y, sin embargo, su vuelo no titubea. Y no, ni la mariposa ni la rebeldía son tontas ni suicidas, lo que pasa es que saben que tendrán dónde posarse, que hay por ahí un islote que ningún satélite ha detectado. Y ese islote es una rebeldía hermana que, es seguro, saldrá a flote justo cuando la mariposa, es decir, la rebeldía voladora, empiece a desfallecer”, Subcomandante Marcos.Llegué al texto del Subcomandante gracias a Lukas Avendaño, también artista escénico, activista social y mariposa utópica, que reconoce en la Flotilla esas otras mariposas rebeldes que volverán al vuelo, una y otra vez, tantas veces como sea necesario, para construir una sociedad más justa.Diego Vázquez no regresó desmoralizado del secuestro: volvió encendido.El bailarín y coreógrafo llegó al aeropuerto de la Ciudad de México con el mismo impulso con el que zarpó en la Flotilla por Gaza: sin concesiones. Afuera, los medios esp en cuanto cruzó el portal, fue el primer miembro de la flotilla en pronunciarse. Su palabra tenía fuego y claridad. Hablaba sabiendo del potencial y la urgencia de comunicar para accionar en nuevas direcciones, capaces de cambiar la narrativa y la historia.Le pregunto: ¿cómo es que el arte y la danza forman parte de estas acciones y de este carácter que te permite luchar? ¿Lo ves como algo fundamental para el camino que has tomado?“Un artista que habla de lo que le duele, que habla desde la entraña, que habla de lo que le produce tremendo placer, de lo que le hace sentir vivo o ganas de morir. Un artista que hace esto es un artista que no puede ser indiferente ante el sufrimiento de los demás.Entonces, de hecho, me sorprende que haya artistas que no se conmuevan ante el genocidio en Gaza, por ejemplo. Que digan: ‘Esto es muy complicado’. Me sorprende mucho más que haya artistas que no hablen de la desigualdad, de la racialidad de los cuerpos, que no hablen de la opresión, que decidan no abordar temas como la deshumanización, como las infancias violentadas.“Para mí una cosa va relacionada con la otra. El arte nos hace estar más cerca de las emociones, ¿no? Nos abre un camino, una puerta directa al espacio emocional, y esto en sí mismo nos lleva a ser más empáticos y compasivos.“Por lo tanto, cuando estamos frente a desigualdades, a violencias, a desplazamientos, a abusos como el que pasa en Gaza —pero también como los que pasan en México—, si esto no nos mueve, entonces, ¿qué nos mueve? Si estamos haciendo arte sin tomar en cuenta estas heridas profundas de la sociedad, entonces lo único que estamos haciendo es decoración”.Diego habla con ritmo de manifiesto. Cada frase suya parece lanzada contra un objetivo: la indiferencia, la tibieza, el confort de la escena artística que prefiere mirar hacia otro lado. Su presencia no responde al perfil habitual del activista internacional: no usa consignas, no se victimiza. Lo que trae del Mediterráneo no es épica, sino urgencia.“Nos toca ser megáfonos”, dice, “otros son silenciados, nosotros no. Tenemos que usar la voz, el cuerpo, el escenario, lo que sea. Si no lo hacemos, el silencio también es violencia”.Recuerda a los niños palestinos con los que trabajó antes de la guerra: talleres de danza, parkour y movimiento en campos de refugiados.“Enseñarles a reconocer el miedo, la rabia, la alegría, la esperanza, la frustración. Que sepan que sentir está bien”.El viaje lo dejó con una convicción y un duelo. Sabe que quizá no pueda volver a Palestina pronto.“Si no puedo volver allá, seguiré desde acá. El arte no tiene pasaporte”.La conversación se mueve hacia México. Diego no desvía la mirada.“El sistema que permite la limpieza étnica en Palestina es el mismo que sostiene la impunidad aquí. Son los mismos poderes, los mismos intereses. Ver por Gaza es ver por las infancias desaparecidas, por las mujeres asesinadas, por los cuerpos sin nombre”.Habla sin concesiones. No teoriza: nombra.“El que no quiere entender, no quiere. Tenemos acceso a toda la información. No escuchar es una decisión. Y claro, escuchar implica moverse, romper la burbuja. Por eso muchos prefieren quedarse quietos”. TE PUEDE INTERESAR: Saltillo vivirá un mes de teatro con más de 20 funciones locales Cuando lo señala, no lo hace desde la moral, sino desde el cuerpo. En su voz hay una mezcla de furia y esperanza, una energía que no declama: empuja.“La rebeldía no es heroísmo”, dice. “Es insistencia. Es seguir moviéndose aunque todo te diga que pares”.Antes de despedirse, insiste en lo que para él es lo esencial:“El trabajo en tierra es tan importante como el del mar. Sin la gente movilizada aquí, allá seguiríamos retenidos. Todos hacemos mucho al mantener viva la conversación, al no dejar que esto se apague”.La Flotilla fue una travesía, no un cierre. Como la mariposa del Subcomandante, la rebeldía de Diego sigue su vuelo decidido hacia ese mar sin islas ni rocas, donde otras alas —otras rebeldías— ya esperan para alzarse. ¡Desde el río hasta el mar, Palestina Vencerá!


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