Monday 13 October 2025
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vanguardia - 15 hours ago

Pareja dispareja

“Para mi marido soy un objeto sexual”. Doña Gelidia motivó el sobresalto de las asistentes a la merienda de los jueves cuando hizo tal declaración. Preguntó una: “¿Cómo es eso?”. Explicó doña Gelidia: “Siempre que quiere tener sexo, objeto”... Al empezar la fiesta de bodas el maestro de ceremonias anunció con sonorosa voz: “¡Y ahora, señoras y señores, recibamos con un fuerte aplauso a la feliz pareja!”. Al son de la fanfarria de la orquesta y entre los aplausos de la concurrencia entraron al salón, del brazo y luciendo gran sonrisa, la novia y su mamá... La linda chica invitó a Babalucas: “Vamos a comer por ahí”. Acotó muy serio el pavitonto: “Por ahí no se come”... Don Hubertino, famoso cazador, fue de safari a África. La primera palabra que aprendió de la lengua de los kikuyu fue aminobwana. Es que siempre llevaba el rifle apuntando hacia adelante, y los asustados porteadores nativos, temerosos de recibir un disparo, le decían con angustia: “¡A mí no, bwana!”. En el idioma local “bwana” significa algo así como amo o jefe. Las películas de Tarzán contienen en abundancia ese vocablo. A su regreso don Hubertino reunió a sus amigos para contarles las peripecias de su cacería. “Mi instinto de cazador –narró con dramático acento– me hizo presentir que cerca estaba el león. Con el cañón de mi Magnum aparté los arbustos, y cuál no sería mi sorpresa, amigos míos, al ver casi en mi cara al rey de la selva. Me hizo: ‘¡Ptrrrrr!’”. Acotó, cauteloso, uno de los presentes: “Los leones no hacen ‘¡Ptrrrr!’. Hacen ‘¡Grrrrr!’”. Precisó don Hubertino: “Éste se hallaba de espaldas”... Dos amigos se encontraron después de algunos años de no verse. Uno le preguntó al otro: “¿Te casaste con Coleta, aquella novia que tenías?”. “No –respondió el otro–. Jamás nos entendimos. Cuando yo andaba borracho ella no quería casarse conmigo, y cuando andaba sobrio yo no quería casarme con ella”... En el confesonario el joven Pitorraudo le preguntó al buen padre Arsilio: “¿Conoce usted a Clarentina?”. Replicó el sacerdote: “¿Es esa hermosa chica de esculturales formas de quien se dice que es la mujer más bella a 100 kilómetros a la redonda?”. Confirmó el joven: “Ella es”. Inquirió el confesor: “¿Qué hay con ella?”. “Anoche le hice el amor –dijo Pitorraudo–. Y no una vez ni dos: tres veces”. Al oír eso el padre Arsilio perdió toda su circunspección. Con descompuesta voz le espetó al muchacho: “Bueno, cabrón: ¿vienes a confesarte o a presumir?”... Afrodisio, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le dijo a Susiflor, bella muchacha: “Qué hermosas piernas tienes”. “Son mis mejores amigas –respondió ella–. Soy bailarina de ballet”. “Entiendo –manifestó Afrodisio con meloso tono–. Pero llega un día en que hasta las mejores amigas deben separarse”... Don Inocentino y su esposa Tartalera hicieron en su casa una fiesta a la cual invitaron a todas sus amistades. En el curso de la reunión el señor notó con extrañeza la ausencia de su mujer y del compadre Calenturo. Se dirigió a la alcoba en el segundo piso, abrió la puerta y vio a ambos refocilándose en el lecho conyugal. “Ah qué mi compadre –se dijo don Inocentino con sonrisa condescendiente–. Anda tan borracho que cree que soy yo”... Gwendolyne Smith partió de este mundo y llegó al Cielo. San Pedro, el portero celestial, consultó sus registros y le dijo: “Veo aquí que en los últimos momentos de su vida tu esposo te dijo que se daría una vuelta en la tumba cada vez que después de su muerte estuvieras con un hombre”. “Así es –replicó Gwendolyne–. Me gustaría verlo una vez más”. San Pedro le pidió a un ángel: “Llama al Trompo Smith”... FIN.


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